miércoles, 6 de octubre de 2010

Una ciudad incluyente

(tercer extracto del texto de Jaramillo)

La comunicación pública habla de la lucha del sujeto por integrarse al colectivo, por hacer válidos para otros sujetos sus temas e intereses. Lo contrario a una ciudad comunicada es una ciudad excluyente, estratificada hasta el extremo del ghetto, tal vez la que con gran sentido de ironía y crudeza poética describe el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince en "Angosta", con su dibujo implacable de "los dones en Tierra Fría, los segundones en Tierra Templada y los tercerones en la tórrida Boca del Infierno" (4).

La cuestión es que esa ciudad de ficción cercada y escindida milimétrica y fríamente por voluntad de un poder invisible, no se distancia mucho del trazado violento de diferencias y distancias que hacen de nuestras ciudades un reino de territorios en ocasiones irreconciliables y en general incomunicados. No es causal ni inocente, por ejemplo, que los comerciantes del encopetado y exclusivo parque de la 93 en Bogotá hayan decidido ponerle freno a su entusiasmo de decoración navideña y dejaran de hacerla, porque fue tal la avalancha de gente de «los otros estratos» proveniente de todos los confines de la ciudad ansiosa de conocer y disfrutar el parque "de los ricos" que empezaron a afectarse las ventas y a desanimarse los habituales, para nada interesados en darse una democrática pero poco cómoda y para ellos antiestética «ducha de pueblo».

¿Cómo conversan y se relacionan los niveles más pobres con los de clase media y ambos con los estratos más altos, si es que es posible entre todos ellos alguna conversación? En buena medida es la pregunta que debe responder un espacio público pensado para construir referentes comunes y hacer posibles encuentros en medio de la diversidad y la diferencia, porque la realidad es que muy en el fondo de nuestros corazones sentimos que tenemos derecho a la ciudad solamente en la medida y proporción de la microciudad que habitamos.

La estratificación no es un invento sino una realidad, las desigualdades y desniveles están ahí, pero la ciudad puede intentar construir escenarios y espacios para que esa realidad no se convierta en factor de exclusión. Creo sinceramente que una política pública de desarrollo cultural tiene el deber y la obligación de plantearse el problema y de asumir la noción de "ciudad incluyente" como uno de sus lineamientos no negociables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario